Laconismo

Una sonrisa.
Sólo eso le bastó para enamorarse de ella, en esa sonrisa veía su futuro marcado, sus días se contaban en el contorno de sus labios. Esa sonrisa era todo lo que, sin saberlo, había buscado siempre. Cuando estaba con ella se deleitaba con sus relatos sin importarle lo absurdos que fueran, él sólo seguía el movimiento coordinado de sus labios esperando a ver esa sonrisa asomarse de nuevo. Tendrían que haber visto la emoción de sus ojos cuando en ellos se reflejaba su sonrisa amada, esa mirada en la que se proyectaban un par de astros redondos e iluminados no podía pasar desapercibida. 
Ella por su parte amaba sonreírle, la primera vez que lo vio, sintió la necesidad de hacerlo y apenas vio esos dos luceros que sólo tenían un destino y era su sonrisa, no se arrepintió nunca y es que su mirada la dejó extasiada. Desde ese día siempre buscaba ver todo lo positivo de sus días, para así poder deleitarlo y al hacerlo, sentir su mirada, el brillo de sus ojos tenía algo especial e iba solamente dirigido a ella, nadie más lograba encender ese fulgor que se veía en sus ojos y su felicidad y amor se veían reflejados en tan encantadora sonrisa…
Vivieron tan bien pretendiendo un mundo de miradas y sonrisas que él no necesitaba hablar y ella no necesitaba escucharlo, pues en sus ojos leía todo lo que quería saber, sus órbitas centrales estaban en un par de labios y un par de pupilas que, ciertamente, no sobresalían mucho entre cuantos los rodeaban, pero que para ellos era toda su satisfacción. Mientras estuvieron juntos no necesitaron nada más, su vida eran precisamente esos dos tesoros codiciados únicamente por ellos dos.

Un día, obra del destino traicionero y fugaz, del que nunca discernimos lo que nos tenga preparado, ambos tuvieron que tomar caminos separados. Se fueron, se alejaron y por lo tanto su sonrisa y su mirada se apagaron, no volvieron a reflejarse. Trabajaron día a día por lograr su cometido y así poder verse de nuevo, no se sentían completos si a sus días les faltaba la placidez que sólo ellos juntos sabían sacar a relucir a su forma.
Cuando todo volvió a su cauce, él sintió poder volver a ir en busca de su predilecta sonrisa, sin ésta él no era nadie. La buscó y claro que encontró a su dueña, a ella, la que alguna vez la exhibió, pero en su rostro no quedaban vestigios de lo que alguna vez fue aquella sonrisa y él, que sólo estaba en busca de su conocida sonrisa y nada más, no reconoció a su dueña.
Y fue así como todo lo bello llegó a su fin, claro que se encontraban y se veían de vez en cuando por ahí, pero nunca llegaron a poder reconocerse pues aquello que amaban el uno del otro, dejó de existir para siempre.

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