Historia impropia
Pongamos que un fulano va tranquilo por la vida hasta que se topa con una mengana, una que no tiene mucho de especial, que puede encajar en el promedio de menganas que van caminando por ahí por la calle, el fulano la ve y siente la necesidad de buscarla, hablarle, conocerla.
Pongamos que la mengana, que anda por ahí, viviendo su vida con unos cuantos agobios, también lo nota y también se interesa en el fulano, porque sabe que cada persona es un mundo diferente y que de todos puede aprender mucho, y aunque a veces repele la compañía, otras veces se muestra presta a compartir pedacitos de su vida con desconocidos.
Entonces se conocen y a la mengana le parece interesantísimo que al fulano le guste escalar, viajar, leer a Allende, relatar con precisión absoluta sus recuerdos y caminar mucho, así que le sigue hablando y empiezan a compartir cada vez más el uno al otro de lo suyo. Con todo esto, el fulano empieza a tener un interés diferente y, más allá de la belleza de la mengana, que tampoco es algo que llame mucho la atención, se da cuenta de que esconde algo y que en sus ojos se refleja el mayor misterio por el que nunca antes ha sentido tanta curiosidad.
Entonces el fulano se obsesiona, porque quiere el secreto que la mengana no le quiere contar, porque a veces se lo pregunta directamente y ella le responde con evasivas y porque, a medida que pasa el tiempo, ella se pone más misteriosa, hablándole de temas que él no le entiende, porque piensa que lo que ella tiene para decir es muy complejo, cuando en realidad ella simplemente no se sabe expresar.
El fulano se da cuenta de que está enamorado y que la mengana tiene que saberlo, porque ella también puede estarlo y tal vez, con ella enamorada, consiga el tan codiciado secreto por el que ahora siente cierto nivel de obsesión. Así que decide declararle su amor, pero resulta que la mengana no le corresponde y, por el contrario, se aleja y empieza a portarse diferente.
Ahora la mengana ya no le habla, no le cuenta sus anécdotas diarias con la misma emoción o, a pesar de salir con él, ahora se acerca con precaución y trata de no tocarlo. Esto al fulano lo desconcierta, pero decide no darle importancia, porque sigue interesado en el secreto de la mengana, y porque ahora se siente convencido de que la mengana es el amor de su vida, a quien quiere a su lado y a quien no puede darse el lujo de perder. El fulano persiste en sus intentos de conquista, porque la mengana aún no lo sabe, pero está seguro de ser el amor de su vida también; porque ningún sentimiento puede ser tan fuerte si no está correspondido, o al menos eso a él le resulta imposible.
Pero con el pasar de los días todo se deteriora cada vez más, la mengana a veces no le contesta, él espera por su respuesta y cada vez con más frecuencia debe empezar una conversación después de otra en la que sus preguntas quedan al aire. Sin embargo, cuando por fin aparece de nuevo, la mengana le responde con indiferencia, actúa como si nunca lo hubiera ignorado y empieza a hablar con naturalidad.
El fulano no entiende, se siente desconcertado, pero cada vez más obsesionado, porque necesita ver sus ojos, necesita que la mengana le escriba, que le hable bonito, que se preocupe por él.
El fulano no entiende, se siente desconcertado, pero cada vez más obsesionado, porque necesita ver sus ojos, necesita que la mengana le escriba, que le hable bonito, que se preocupe por él.
La mengana, por su parte, sabe que no está bien seguir teniendo contacto con el fulano, porque no es él quien ocupa su corazón, pero también se siente a gusto compartiendo con él, y se confía en haberle dejado clara su falta de interés, ¿por qué habría lugar a confusiones? El fulano sabe que no debe aspirar más que a una amistad, ¿o no? La mengana tiene claro que hay aspectos de su personalidad que no son compatibles con los del fulano y que prefiere que entre los dos sólo se conserve esa amistad, ella no quiere perderlo como amigo, pero cada vez siente que él se acerca más y ella, en el fondo, sabe que eso no les va a dejar algo bueno.
Así que un día, la mengana decide que prefiere ignorarlo para salir de su vida de una vez por todas. Así, aunque él repetitivamente le habla, ella no le contesta y se pierde de su vida.
Pasan los días y el fulano ya no sabe qué hacer para tener contacto con ella de nuevo, así que la busca, porque necesita dejarle claro que no dejará que jueguen con él, pero cuando la encuentra ella está triste, agobiada; la mengana no es feliz y él se siente desdichado.
Intenta hacer algo por ella y terminan en su cama. Ahora ya se siente bien, cree que puede funcionar, que la mengana actúa como si sintiera lo mismo, que ese momento no puede ser terrenal... por lo que empiezan a intentarlo, la mengana buscando distraerse y con la intención de darle una oportunidad a alguien que sí la valora, y el fulano con la plena convicción de que serán marido y mujer.
Hasta que un día la mengana no lo soporta, se baja del taxi, llega a su apartamento, recibe la correspondencia -una nota del fulano para ir al teatro- y la rompe. No puede seguir haciéndole eso, nada va a fluir: él no es el indicado. Decide escribirle, porque es muy cobarde para citarlo, y porque sabe cuán incómodo sería para el fulano, y le dice que no puede intentarlo más. Sabe que al otro lado de la pantalla se encuentra el fulano con cara de decepción, cree que él también se lo esperaba, pero que no por eso se encuentra tranquilo.
Entonces el fulano se deprime, empieza a sentir por ella aversión y la considera una muy mala persona. Se aleja, decide intentarlo con otras personas y seguir su vida ignorando la existencia de la mengana, pero un día el recuerdo de sus ojos regresa y, con el, la necesidad de saber qué hay detrás de ellos, así que vuelve a fantasear con la idea de verlos y de tenerla cerca, sin importar que ella no lo quiera de la misma forma.
El fulano decide ir hasta su apartamento y, al tocar, ella abre con una expresión de total sorpresa. Él le dice que no la demora mucho, que sólo necesita un favor. A pesar de estar muy desconcertada, la mengana siente que le debe algo, pues sabe lo que implica estar herido y desilusionado, ella sabe cómo es estar en su lugar y lo compadece.
Él entra y lleva en su mano una cuchara, ella piensa que es otra de esas reacciones extrañas que suele tener, que le llaman la atención y siempre la ponen en situaciones muy particulares. Lo cierto es que la mengana no se da cuenta, todo pasa muy rápido, de repente él se abalanza sobre ella, le pega fuerte en la cabeza y, cuando ya no se encuentra consciente, abre sus párpados, inserta la cuchara entre estos y el ojo, la presiona con suficiente fuerza y ¡plop!, lo saca. Ahora el siguiente, repite el procedimiento, deja la cuchara en la mesa al lado de la puerta, busca una bolsa, guarda las esferas, y sale por la puerta con la mayor naturalidad posible.
Mientras camina se siente satisfecho, porque ahora él tiene los ojos. Ya nada, ni nadie, podrá crear para él un misterio irresoluble, o mejor aún, ahora nadie va a poder saber qué misterio escondían los ojos de la mengana, porque por fin no es más un reto, sino un imposible.
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