Caterva mental

"Benditos los que olvidan,aunque tropiecen con la misma piedra"
Nietzsche


Te quiero porque supiste llegar de la nada, así como cualquier parásito de enfermedad, llegaste y no supe cómo hiciste para quedarte, pero te quedaste. Te quedaste a desordenar todo lo que había, cada partícula de mí y de mi cuerpo necesitó un cambio drástico al verse atrapada por tu ser. Te metiste en mi vida de la manera más burda, con tu música y tus bromas estúpidas sí que sabías cómo sacarme esa sonrisa que yo odiaba, pero que a ti te encantaba.

No entiendo por qué lo aguanté todo, me desordenaste la vida y tal fue la magnitud, que todo lo que lograste fue obturar mis pensamientos y desviarlos hacia otro lugar, uno en el que formé un mundo con tus besos y nos llevé a otra dimensión de caricias cada vez más insondables. El problema está en que llegaste para irte, te fuiste sin ser capaz de dejarlo todo como lo encontraste, ¿y las ollas que no lavaste? ¿Y los pares de las medias que nunca encontraste? Nunca limpiaste los tenis, cariño… la casa, mi mente; todo en mi vida quedó tan destruido que ahora sigo queriéndote, no estás aquí y una parte de mí te suplica al vacío, al montón de cartas rotas y quemadas que nunca te entregué. 
Era tan fácil para ti venir por mí y lograr con caricias que me olvidara de todo lo que tenía para decirte. Realmente no entiendo cómo puedes seguir tan dentro de mí, ni siquiera te conté la historia de mi gato Tom, la típica historia de mis amantes pasajeros… pero el tiempo resulta tan subjetivo. No fuiste pasajero, en realidad lo único sublime de mi pasado es el haberte tenido a mi lado y es que me acostumbré a tu tacto, a tu aroma, a ti.
Ahora el viento que me roza parece tosco en comparación contigo, la lluvia ya no me llena de éxtasis al resbalar por mi cara, no puedo olvidar aquella vez en la que caía torrencialmente y nos obligó a meternos bajo ese andén, aquél que ya no puedo ver, que trae a mi mente el recuerdo de tus besos, tu mano desviándose y, de repente, las gotas de lluvia escurriendo entre mis muslos desnudos. Qué locura aquella de imaginar dos siluetas formando una y chapoteando sobre la acera desolada.

Te fuiste cariño, debo entender eso, ayúdame a entender eso. ¿Recuerdas cuando juntos leíamos a Klossowski? Oh y aquellos versos de Rossetti
DO
lor por estar contigo en cada cosa. 
Por no dejar de estar contigo en cada cosa. 
Por estar irremediablemente contigo en mí.” 
Y ahora me encuentro en SOL de haber logrado sacar el punzón de la pica, la lágrima del diamante o los caprichos del trébol y sí, no existen los corazones, y sí, es que es imposible elegir.

Los días sin ti están todos en otoño, aunque estemos en Noviembre. Tal vez sea porque te conocí en Febrero y la lluvia no cesaba, y es que hasta que te fuiste mi concepto de felicidad era el de la lluvia y un par de cuerpos desnudos sobre mi cama.

Debo irme, mi amor. Debo recoger la ropa, debo lavar las ollas y buscar esos viejos tenis, debo recoger los restos de todo lo que llegó a ser. Debo abandonar este sitio, organizarme y tal vez así pueda dejar atrás tu recuerdo, dejar atrás todo lo que en este momento me priva de mi felicidad.
A veces pienso que tal vez no vuelva a ser una felicidad completa, que tal vez la vuelva a sentir el día en que, bajo la lluvia, nuestros cuerpos se encuentren de nuevo, se entiendan y la historia se repita. Pero en realidad ahora me encuentro buscando un nuevo significado para mi felicidad, porque esta exteriorización logró hacerme entrar en razón, en este momento me percato de que aquí se te escribió, se te pensó y se te extrañó hasta hoy, mañana ya no te estaré esperando.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Con permiso

Historia impropia

Dudas existenciales