Triple T

Una vez tuve un amor perfecto. 
De esos en los que te mirás en los ojos de la otra persona y, aunque sea la primera vez, sabés que ahí pertenecés. De esos en los que las palabras y los besos son las mismas melodías, con diferentes notas; en los que las ansias, el corazón acelerado y la complicidad aumentan con cada segundo en que las respiraciones se acompasan entre sí; en los que cualquier parque es refugio y cualquier ciudad perfecta para caminarla de la mano.

Una vez me amaron y anhelaron con una pasión tan humana como efímera, con los ojos de ilusión del amante desesperado. Y yo le amé, entre relatos de fantasía, canciones vehementes y brisas de mar que recorrieron kilómetros para estrellarse con nuestras carcajadas.

Nos bastó un día: para mí ya no había nadie y para él su órbita era yo. Después todo fluyó con naturalidad y, cuando llegó la hora de dejarnos ir, yo sufrí porque quise y él por costumbre, pero entendimos que estar enamorado es precisamente un estado y que a lo largo de la vida Eros constantemente pasa, batiendo sus alas, y alejándose. 

Una vez tuve un amor perfecto y hoy entendí que fue perfecto porque fue fugaz.

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