Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se visten y, así progresivamente, van volviendo a ser lo que no son.
No te enamores de mí porque estoy perdida. Porque mi cuerpo no lo poseo yo, sino la zozobra y la indecisión. Porque mi espíritu es libre y de repente dejo de estar para todos. No te enamores de mí porque soy frágil, no tengo percepción del espacio y me cuesta recordar los detalles, a veces me pierdo en mí y la gratitud es un concepto que aún se me dificulta acoger. Tampoco tengo la capacidad de dimensionar el riesgo y mi temeridad me llena de situaciones infortunadas. No te enamores de mí porque tiendo a ser inconforme, reservada, crítica, analítica, para nada espontánea, de vez en cuando irresponsable, tímida en cada una de mis puntas, a veces amante del cambio, pero otras un poco suspendida. No te enamores de lo que este conjunto de defectos tienen para ofrecerte, porque s uelo ser bastante desprendida, indiferente, evasiva, me hastío con facilidad, no me gusta la atención en exceso, disfruto tanto de la soledad que incluso puedo llegar a forzarla...
Porque a veces huyo, porque tengo miedo, porque me brillan los ojos, por el color de mi pelo. Tal vez por lo pragmática o por lo soñadora, que algunos días soy una, pero después otra. Quererme por la mañana, cuando aún no me reconozco, o tal vez por la noche, cuando en soledad soy poco. Quererme porque sí, por si acaso me encuentro, porque sonrío y no me quemo, o tal vez sí, entre tus dedos.
Pongamos que un fulano va tranquilo por la vida hasta que se topa con una mengana, una que no tiene mucho de especial, que puede encajar en el promedio de menganas que van caminando por ahí por la calle, el fulano la ve y siente la necesidad de buscarla, hablarle, conocerla. Pongamos que la mengana, que anda por ahí, viviendo su vida con unos cuantos agobios, también lo nota y también se interesa en el fulano, porque sabe que cada persona es un mundo diferente y que de todos puede aprender mucho, y aunque a veces repele la compañía, otras veces se muestra presta a compartir pedacitos de su vida con desconocidos. Entonces se conocen y a la mengana le parece interesantísimo que al fulano le guste escalar, viajar, leer a Allende, relatar con precisión absoluta sus recuerdos y caminar mucho, así que le sigue hablando y empiezan a compartir cada vez más el uno al otro de lo suyo. Con todo esto, el fulano empieza a tener un interés diferente y, más allá de la belleza de la mengana,...
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