Persona
“¿Crees que no lo comprendo? El sueño imposible de ser.
No de parecer, sino de ser. Consciente en cada momento. Vigilante. Al mismo
tiempo, el abismo entre lo que eres para los otros y lo que eres para tí misma,
el sentimiento de vértigo y el deseo constante de, al menos, estar
expuesta, de ser analizada, diseccionada, quizás incluso aniquilada.
Cada palabra, una mentira, cada gesto una falsedad, cada
sonrisa una mueca. Te sientes perpeleja de que a veces tus ideas de la vida no
concuerden con tus actos.
¿Suicidarse? ¡Oh, no! Eso es horrible. Tú no harías eso.
Pero puedes quedarte inmóvil y en silencio. Por lo menos así no mientes. Puedes
encerrarte en tí misma, aislarte. Así no tendrías que desempeñar roles, ni
poner caras ni falsos gestos. Piensas. Pero ¿ves? La realidad es perversa, tu
escondite no es hermético. La vida se cuela por todas partes. Estás obligada a
reaccionar. Nadie pregunta si eres real o irreal, si eres verdadera o falsa. La
cuestión sólo importa en el teatro. Y quizás ni siquiera allí. Te entiendo,
Elisabeth. Entiendo que estés en silencio, que estés inmóvil, que hayas
situado esta falta de voluntad en un sistema fantástico. Lo entiendo y te
admiro. Creo que deberías mantener este papel hasta que se agote, hasta que
deje de ser interesante. Entonces podrás dejarlo. Igual que poco a poco fuiste
dejando los demás papeles”.
Ingmar Bergman.
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