El oficio de vestirse
De repente, cuando despierto en la mañana me acuerdo de mí, con sigilo abro los ojos y procedo a vestirme. Lo primero es colocarme mi gesto de persona decente. En seguida me pongo las buenas costumbres, el amor filial, el decoro, la moral, la fidelidad conyugal: para el final dejo los recuerdos. Lavo con primor mi cara de buena ciudadana vista mi tan deteriorada esperanza, me meto en la boca de las palabras, cepillo la bondad y me la pongo de sombrero y en los ojos esa mirada tan amable. Entre el armario selecciono las ideas que hoy me apetece lucir y sin perder más tiempo Me las meto en la cabeza. Finalmente, me calzo los zapatos y echo a andar, entre paso y paso tarareo esa canción que le canto a mi hija: “Si a tu ventana a llega el siglo veinte, trátalo con cariño que es mi persona. María Mercedes Carranza