Poema al gran masturbador

A pesar de la oscuridad reinante la noche estaba en sus comienzos en los bordes de las grandes escalinatas de ágata donde fatigado por la luz del día que duraba desde la salida del sol el gran Masturbador su inmensa nariz apoyada sobre el piso de ónix sus enormes párpados cerrados la frente corroída por horribles arrugas y el cuello hinchado por el célebre forúnculo que bulle de hormigas se inmoviliza estático en ese instante del crepúsculo todavía demasiado luminoso mientras la membrana que recubre enteramente su boca se endurece a lo largo de la angustiosa de la enorme langosta aferrada inmóvil y apretada contra ella desde hace cuatro días y cinco noches. Todo el amor y toda la embriaguez del gran Masturbador residía en los crueles ornamentos de oro falso que recubren sus sienes delicadas y blandas e imitan la forma de una corona imperial cuyas finas hojas de acanto bronceado se prolongan hasta las mejillas rosadas e imberbes...